Ozono y las enfermedades vehiculizadas por el aire
Los virus no pueden vivir fuera de células vivas, necesitan estar dentro de un ser vivo para reproducirse. Cuando ingresan al cuerpo, infectan, se reproducen y propagan, causando enfermedades muy conocidas como la varicela, el sarampión, la gripe y muchas otras enfermedades.
Los virus, a diferencia de las bacterias, son siempre nocivos y provocan enfermedades a todo organismo al que atacan.
Una vez que los gérmenes invaden nuestro cuerpo consumen nutrientes y energía, además son capaces de producir toxinas (como venenos) que son las responsables de los síntomas de infecciones comunes como fiebre, resfrío, erupciones, tos, vómitos y diarrea.
La mayoría de los gérmenes se propaga a través del aire en los estornudos, la tos (llamada “propagación por gotitas”) e incluso la respiración y también a través del sudor, la saliva y la sangre. Algunos pasan de persona a persona al tocar algo que está contaminado, como darle la mano a alguien que está resfriado y tocarse después la nariz, con la gravedad que algunos virus pueden vivir dos horas o más en superficies como mesas de cafeterías, picaportes de puertas y escritorios.
GERMENES
Existen cuatro tipos principales de gérmenes: las bacterias, los virus, los hongos y los parásitos.
Éstos pueden invadir plantas, animales y personas y a veces nos hacen enfermar.
El gas ozono, debido a sus propiedades altamente oxidantes, es mundialmente reconocido como bactericida, viricida, fungicida y desodorizante.
Desde fines del siglo XIX se viene utilizando con gran eficacia en el tratamiento de aguas de abastecimiento público, aguas residuales y en tratamientos ambientales.
Actúa eliminando e inactivando virus, bacterias, hongos, esporas, algas y protozoos.
A nivel ambiental y en concentraciones adecuadas, el gas ozono es capaz de eliminar los agentes contaminantes que no formen parte del aire limpio y seco.
A través de la aplicación del gas ozono podemos obtener una agradable atmósfera libre de olores, alquitranes de tabaco, humos, virus, bacterias y demás. Mejorando la calidad del ambiente conseguimos un mayor confort y eliminamos parte del estrés en el trabajo.
Es un gran ejemplo el efecto benéfico que se logra en el llamado “mal del edificio enfermo” donde se producen jaquecas, conjuntivitis, alergias, epidemias de resfriados y gripes, además de malos olores.
Específicamente, el gas ozono actúa sobre los virus oxidando las proteínas de su envoltura y modificando su estructura tridimensional. Al ocurrir esto, los virus no pueden anclarse a ninguna célula hospedadora por no reconocer sus sitios de unión y, al encontrarse desprotegidos y sin poder reproducirse, son eliminados.
Para que las propiedades benéficas del ozono se manifiesten sin efectos colaterales, existen normas internacionales que dictan las concentraciones seguras máximas que este compuesto debe tener en el aire ambiente.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) fija como norma una concentración máxima de ozono de 0,1 ppm (partes por millón) para una exposición de 8 horas diarias.
A concentraciones inferiores ya se observan los efectos de inactivación de virus, bacterias, hongos, esporas, protozoos y eliminación de olores, lográndose un adecuado control de la calidad del aire ambiente, en especial en sitios de hacinamiento, con poca o nula renovación de aire, como hospitales, salas de primeros auxilios, comedores, escuelas, oficinas, habitaciones, etc.
En la actualidad se reconoce la relación que existe entre la propagación de enfermedades y la higiene ambiental y personal, por lo que la aplicación controlada de gas ozono en el ambiente interior de los domicilios, escuelas, oficinas, etc., podría contribuir al control de la transmisión de enfermedades vehiculizadas por el aire generando un ambiente sanitariamente seguro y libre de malos olores.