Terapia Gravitacional

¿Modificando la fuerza de gravedad ambiental, podríamos prevenir o tratar de curar diversas patologías o mejorar nuestra calidad de vida?

Analicemos: 
Al tirar con fuerza al aire una manzana, vemos que esta vuelve a caer al suelo. 
• ¿Que pasó? 
Cuando cargamos sobre nuestros hombros una mochila o alzamos a un niño sobre nuestro pecho o subimos una cuesta montados sobre una bicicleta, vemos que estos actos casi nos hacen sufrir. ¿Por qué?
Razonemos: 
Porque, tanto la manzana como nosotros, debemos vencer una fuerza que el físico Isaac Newton denominó Gravedad.
• ¿Qué es esta fuerza? 
Es una fuerza natural que indica que todo elemento que tenga masa ejerce una fuerza de atracción hacia el centro de la tierra. De la definición de esta fuerza podemos extraer que toda masa tiene su peso.
Por lo tanto, el peso ejercido por esta fuerza hace que nuestro cuerpo pueda apoyarse sobre el suelo de nuestro planeta. Si no existiera esta fuerza flotaríamos en el espacio, nuestra existencia sería otra.
Sintetizando estos párrafos, la ley de la gravedad nos posibilita nuestra existencia en la Tierra y como contrapartida nos hace sentir dolores al efectuar movimientos de traslación. Nuestro cuerpo se encuentra influido notoriamente por esta fuerza.
La fuerza gravitacional, que atrae nuestro cuerpo hacia el centro de la Tierra, nos hace tener un fuerte sostén óseo y muscular con el fin de contrarrestar sus efectos. Por lo tanto, nuestra organización interna y externa deberá ser lo suficientemente ágil y flexible como para poder efectuar procesos metabólicos capaces de sobreponerse a la enorme fuerza de atracción que nos impulsa hacia el centro de nuestro planeta.
En el caso hipotético, de permanecer constantemente en un ambiente libre de gravedad nuestro cuerpo no sería tal cual es. No nos harían falta huesos de sostén, ni fuertes ligamentos, ni tendones elásticos, ni bombas de transferencia, etc. por lo tanto seríamos un envoltorio casi amorfo. 
Siguiendo este mismo orden de ideas, nuestro estado actual -vivir en gravedad constante- exige a nuestro organismo una realización de procesos emergentes acordes a las circunstancias reinantes. Es decir, vivir en un medio pesado hace que nuestros sistemas deban equilibrarse a fin de obtener la energía suficiente para su conservación y para desalojar del mismo los desechos propios de nuestra inexorable combustión.
Nacemos dentro de un medio acuoso. Emergemos de éste con una masa corpórea flácida, gelatinosa, sin estructura ósea aparente, casi cartilaginosa, sin musculatura que nos pueda contener verticalmente. Desde ese instante, estamos expuestos a la influencia de la fuerza de gravedad. Después gateamos y desde ahí empezamos a tomar consistencia, desarrollando musculatura, la cual nos permitirá -al engrosarse- colocarnos en nuestra posición final, o sea de verticalidad. En ese instante estamos venciendo la enorme fuerza de gravedad que impera sobre nuestros hombros.
También, nuestro sistema interno deberá acomodarse a esa nueva circunstancia. Nuestros fluidos internos, preferentemente nuestro sistema circulatorio (linfático y sanguíneo), deberán recorrer los casi 40.000 km. que componen nuestra inmensa red macro y microcirculatoria.
Nuestro corazón, ubicado casi en el centro de gravedad de nuestro cuerpo, deberá tener la fuerza suficiente para hacer circular nuestro fluido humoral a todos los rincones del organismo debiendo vencer, en algunos casos, a la fuerza de gravedad al querer llegar a nuestra masa cerebral. Este mismo axioma, debe efectuarlo nuestro “segundo corazón” -masa muscular de miembros inferiores- que al contraerse y dilatarse, efectuará un drenaje (de abajo hacia arriba) de los fluidos que forman el sistema circulatorio.
A simple vista, observamos que nuestro cuerpo a fin de ser satisfactoriamente irrigado debe actuar, venciendo la fuerza de gravedad, comportándose como un avión que despega y posteriormente aterriza.
Desgraciadamente, en diversas oportunidades y por diversos motivos este torrente circulatorio no logra llegar al sitio deseado. La vía de comunicación se encuentra obturada por completo o en parte. Nuestro sistema de reparación trata de hacer una nueva vía de llegada con el objetivo de poder transferir los nutrientes y desalojar los desechos indeseables que hubiere.
Existen numerosos químicos que, provocando dilataciones y contracciones musculares, buscan alterar estas circunstancias desbloqueando venas, arterias y capilares. En numerosos casos, no logran cumplir con la función deseada. Además, ciertos conductos de traslación ubicados en la masa cerebral (al no poseer sistema de dilatación) no logran ser desbloqueados.
Por lo expuesto, si nuestro sistema circulatorio se ve impedido en funciones como las de transferir nutrientes, desalojar desechos metabólicos e intercambiar gases (oxígeno/anhidro carbónico), nuestro organismo se desequilibra, encontrándose disminuido, proclive a la generación de alguna enfermedad.
Debemos recordar que las vías capilares, partes del árbol vascular, poseen un escaso diámetro (entre 4 a 10 micras). Como deben dejar pasar células y elementos químicos de mayor diámetro, como nuestros eritrocitos (menos de 7 micras) y leucocitos (entre 7 y 15 micras), deben tener una flexibidad suficiente a fin de producir un cambio reológico en su membrana de sostén. De esta manera, pueden ingresar y transferir al medio los elementos necesarios de supervivencia y desalojar los residuos homotóxicos fruto de nuestra propia regulación.
Este transporte de elementos facilita principalmente la conformación de nuestra energía (ATP), la oxigenación zonal, los intercambios gaseosos, el sistema Redox, los intercambios biomoleculares y la difusión acuosa y de los cientos de elementos orgánicos e inorgánicos indispensables para nuestro normal funcionamiento.
Además, los fármacos suministrados (que por distintas vías entran al torrente sanguíneo) en numerosos casos no logran el efecto paliativo deseado ya que las obturaciones de esta enorme red de microcirculación impiden su llegada.


¿Cómo el aumento de la fuerza de gravedad puede tener influencia sobre nuestro cuerpo?
Una hipergravedad como consecuencia de una aceleración gravitacional artificial, a modo de centrífuga, aceleraría la circulación sanguínea -principalmente la periférica- sin gasto de energía adicional, ni aceleración de bombas contractoras e impulsoras (entre ellas el músculo cardíaco y la musculatura de miembros inferiores).
Esta aceleración artificial, superior a la fuerza de gravedad normal (9,81 m/s), haría factible la llegada y el transporte de los gases y nutrientes a la totalidad de nuestro organismo, produciría una disminución de la presión sanguínea, la aceleración de marcadores enzimáticos y el aumento de la fluidez de nuestros líquidos linfáticos. 
En síntesis, aceleraríamos los procesos biofísicos, sin requerir sinergia alguna de nuestro cuerpo.


¿En que patologías y/o tratamientos sería aconsejable?
Principalmente, en las patologías inherentes al mal funcionamiento de los circuitos circulatorios. Entre ellas: enfermedades del colágeno (esclerodermia), enfermedades reumáticas en general, neurológicas, oculares, auditivas, gerontológicas y adiposas. Además, se encuentra indicada en tratamientos de rehabilitación muscular.
Es decir, en todas aquellas patologías o tratamientos en donde se debe mejorar sustancialmente el riego sanguíneo y linfático a efectos de contribuir al mejoramiento general del individuo.


ADELO ARGENTINA, diseñó y construyó un equipo que, mediante la generación de Hipergravedad, cumple con las funciones beneficas de una aceleración gravitacional.

Este equipo denominado HYPER G posee las mismas características de equipos similares existentes en el universo profesional, con mejoras acordes a las nuevas tecnologías en biofísica y seguridad ambiental.

Nos ponemos a disposición de los profesionales de la salud –médicos, kinesiólogos y terapeutas en general– que deseen corroborar y/o colaborar en los enunciados generales y particulares de esta terapia.

Francisco Bacchetta 
Dr. en Ciencias Químicas
Presidente Asociación Argentina del Ozono